El lunes después del trabajo me embarcaba en lo que parecía iba a ser un lujoso y relajante viaje de negocios al sur de Inglaterra, me habían prometido una lujosa habitación de hotel con piscina climatizada, gimnasio, dos tardes y dos noches y una reunión de pocas horas. Se trataba de mi segundo viaje de trabajo en tres años.
Sin embargo nada más poner el pié en la isla todo empezó a oscurecerse hasta tornarse en una pequeña pesadilla digna de las peores películas de horror (peores refiriéndose a las malas, no a las terroríficas) que Hollywood nos regala cada año.
El plan de vuelo, 400km.
El avión era realmente muy pequeño (tres filas) pero con unos ventanales enormes, se parecía mucho al MD80 (mi favorito).
Al parecer se confundieron de hotel y acabamos en un hotel exprés en medio de una autopista perdida en un solar enorme, ni piscinas ni nada de nada. Además mi compañero se empeñó en conducir y era su primera vez por la izquierda, fue una verdadera locura, yo gritándole que se fuese a la derecha y él subiéndose en todos los arcenes izquierdos por miedo de darse con los coches que venían en dirección contraria, las llantas acabaron llenas de muescas, lo que no me explico es cómo no pinchamos... Y así iba yo en el coche, agarrado con una mano a la puerta, con la otra al sillón y haciendo fuerza frenando con mis dos pies en un pedal inexistente. Creo que hacía tiempo que no pegaba tantos gritos, tanto me asusté que se me quitaron las ganas de probar a conducir...
Todo esto mezclado con un ataque de mocos que me ha atacado debido a las bajas temperaturas que hemos tenido la semana pasada (tocamos los 3 grados la mañana del viernes y todavía era verano).
Tuve el valor de sacar la cámara y hacer una foto.
La reunión acabó siendo tremendamente pesada y aburrida, les hice una presentación a la hora de la siesta que fue muy bien los primeros minutos pero cuando llegamos a lo complicado empecé a ver caras con los ojos cerrados, algo increíble, nunca me había pasado, me sentí como algún profesor de la Universidad, y era algo que se suponía que era tremendamente importante para ellos... Cuando vi el plan no me quedó otro remedio que resumirlo todo a la mayor velocidad posible y escaparme de allí corriendo para volver a una habitación vacía en medio de la nada.
El país en sí me pareció mucho más verde y bonito de lo que recordaba, lleno de bosques y campos. Nos encontrábamos en un pueblo en el cual las calles eran carreteras sin aceras (por suerte para el coche) y explanadas sin fin en los extremos.
Al final llegamos a una zona que ya había calles como más las conocemos, todos hablando inglés, se me hizo bastante raro, me gustó la sensación.
Como punto negativo me quedo con la sensación que me ya me dio hace 8 años Irlanda. Por aquél entonces pasé un mes en Dublín estudiando inglés y recuerdo llegar a casa en Santurtzi y decirle a mis padres “en ese país hay tantas cámaras de seguridad que si quisiesen podrían hacer una película con todo lo que hice todos los días sin perder detalle”. Supongo que es la factura que el terrorismo está dejando y a veces me pregunto si esto no se trata de una victoria de los propios terroristas. Mucha gente opina que cuanta más seguridad mejor, yo creo que la intimidad debería ser lo primero. Por ahí leí y cito sin saber el autor “Aquellos que están dispuestos a perder cierta libertad para ganar seguridad temporal no se merece ninguna de las dos cosas”, una frase difusa y peligrosa, un tema del cual me gustaría hablar en el futuro (en realidad tengo como 4 o 5 borradores por aquí que nunca me he animado a publicar...). Un tema que empieza a convertirse en algo cada vez más crítico, recomiendo la lectura de “Gran Hermano 1984” o “Little Brother” que fue publicada bajo licencia libre este mismo año. Y os preguntaréis cómo lo puede decir alguien que tiene en su propia casa cámaras de seguridad, pues es precisamente ahora cuando más vueltas le doy.
Gran hermano te vigila. La cámara apuntando a una calle sin nada especial salvo una marquesina de autobús.
Aquí se supone que saco una foto a la catedral, pero como siempre, una cámara en medio de la foto apuntando pues... al parque y a los biandantes, aquí todos somos sospechosos hasta que no se demuestre lo contrario.