Cuando la fiebre llama a la puerta

Llevo 48 horas sumergido en una fiebre de entre 37 y 38 grados. Todo el mundo se ha vuelto loco a cuenta de la gripe A, de hecho se han instalado en el trabajo un montón de puntos con información donde la gente puede limpiarse las manos con alcohol. Todos los días oímos algo en las noticias sobre la dichosa gripe y hace un par de días (unas 6 horas antes de que me empezase la fiebre) hablé con la primera persona que la había padecido, dos horas antes también se anunció que recibiríamos unas vacunas por 9 euros en el trabajo. Casualidad que bueno, por suerte sé que mi contagio ha tenido que venir de algo antes porque en 6 horas no se puede incubar la gripe. Parece que no se trata de la gripe A, ya voy mostrando síntomas de mejoría y nunca he pasado de los 38.0 grados.

Hacía mucho tiempo que no tenía fiebre, este año parece que estoy un poco más enfermizo de lo normal, es la segunda vez en dos meses que falto al trabajo (y la segunda vez en 3 años). Ayer fue el día más duro y me llevó a recapacitar sobre esa sensación de inmortalidad que nos rodea a todos. La mayoría de los que estamos vivos hemos estado muy cerca de sufrir accidentes, hemos pasado decenas de enfermedades y sin embargo seguimos vivos, somos unos supervivientes. Una falsa sensación de inmortalidad que puede acabar contigo en cuestión de segundos.

Ahora mismo mientras escribo estas palabras tengo muy pocas décimas de fiebre, una pequeña tregua que parece que siempre nos da durante las horas en las que el Sol está más alto. Y esto me lleva a preguntarme si no será esta tregua precisamente un descanso de nuestro cuerpo para darnos tiempo a intentar cazar y alimentarnos. Al fin y al cabo la gripe no es la responsable de la fiebre, la fiebre es la respuesta de nuestro cuerpo para acabar con ella.

Y dejo estas reflexiones mientras intento limpiar la ropa porque esta noche he sudado lo que no he sudado en un mes. Y me empieza a doler la espalda... creo que me voy a tumbar otra vez...