Atrapado en el subconsciente

Ayer en clase de italiano la profesora nos puso en la televisión una escena de una película que acababa con un tipo cantando en castellano durante un par de minutos, yo como siempre me dejé llevar por el ritmo, el sonido, las imágenes. Al cortar la escena la profesora dijo ¿Era eso castellano? Y todos asentían dubitativos (90% francófonos), yo creo que me debí de poner rojo y la profesora me dijo Áitor (nótese el acento en la Á), tú hablas castellano, ¿era eso castellano?, y todavía más rojo le confesé que no lo sabía. Mi compañera española salió en mi ayuda y dijo que efectivamente era castellano. ¿Dónde narices estabas Áitor?. Probablemente intentando soñar con ovejas eléctricas.

Hoy no os voy a hablar de buena música, ni de cuando se te pega una canción, tan solo voy a hablar de una de esas extrañas facetas de mi personalidad.

La verdad es que nunca escucho las letras, algunos me dicen que me pierdo la mitad de la belleza de la música y probablemente tengan razón, lo he intentado varias veces pero ya me he dado por vencido. Tal vez haya sido por escuchar tanta música en otros idiomas cuando era pequeño.

Cuando estoy en momentos de máxima concentración no escucho la música pero la necesito oír de fondo. Ni siquiera necesito que esté alta, solo tiene que estar. Mis compañeros de trabajo prefieren el silencio así que siempre me pongo los auriculares con el volumen suficientemente bajo como para escuchar las conversaciones de mi alrededor sin problemas. Mis compañeros al principio no lo veían muy bien hasta que se dieron cuenta que no lo hago para aislarme.

Durante el desarrollo de la NS1 (la sonda que queríamos enviar a 30km de altura) muchos días he trabajado desde las 6 de la tarde hasta las 2, 3 y 4 de la mañana (habiendo trabajado previamente 8h en la empresa). Al principio empecé escuchando la radio pero los anuncios me destruyen la concentración, entonces tal y como me pasaba en época de exámenes, sonó una canción a la cual mi subconsciente se aferró. Y así me hice con ella y la tuve reproduciendo, cuanto, ¿10 horas seguidas? ¿200 veces? es como una droga. Lo peor es que normalmente se trata de música bastante mala, que no me gusta escuchar en ninguna otra situación (tal vez de fiesta sí :D).

Al principio pensaba que esto mismo le pasaría al resto de la gente, sin embargo Epi me llama maniático (de todas formas quién se fía de un muñeco que solo le gustan los gatos). Tal vez tenga algo de razón...

Y por supuesto la horrible canción que no pude parar de escuchar las pasados dos semanas de trabajo absoluto y que no me atrevo ni a nombrar ;):