Mucho critico y creo que he criticado a los belgas con los que he compartido acera durante el último lustro. Cuando hablo con otros extranjeros que viven aquí acerca del producto autóctono todos coinciden, ¿los belgas?, son todos lentos, maleducados, cortos de mente y mil adjetivos negativos más. La evolución ha hecho que nuestros cerebros se centren más en las tareas que faltan por hacer y en recordar mejor las cosas malas, es un método de supervivencia, ¿no será esta la razón por la cual los vemos así? ¿Les damos una oportunidad? Espera, no te embales.
Los belgas y sobretodo los bruselenses, están totalmente inundados de gente extranjera, somos tantos que uno deja de sentirse un extranjero para sentirse en un lugar intermedio donde no encajas por completo pero en el cual tampoco desencajas. Es una ciudad limbo.
Con tanto diablillo suelto, los bruselenses “verdaderos” tienen igualmente predilección por el producto autóctono, y eso nos deja al resto en segundo plano, algo por lo cual no les culpo del todo. A pesar de esto, no nos podemos engañar, ciertamente Bélgica es un país mal gestionado y desorganizado, por lo menos para el estándar centro-europeo, pero si muchos de nosotros hablamos mal de los belgas muchas veces es porque somos ciudadanos de segunda.
Entonces es cuando me imagino a gente de otras nacionalidades en Bilbao, cómo los tratamos y la imagen que tenemos de ellos. En cierto modo nosotros somos iguales aquí.
La semana pasada tuve la segunda discusión verbal en vivo y en directo con una dependienta belga por la mala educación con la que se me trata. En la península cuando un dependiente o similar me pone mala cara, responde mal o lo que sea lo que suelo hacer es ignorarla y no volver nunca más a ese sitio, un cliente menos. No puedo recordar ninguna situación en la cual me he visto discutiendo con los dependientes por el mal trato recibido o por la educación (alguna queja me imagino que todos hemos tenido, que en la península son también muy pillos).
En las tiendas en Bruselas me he sentido tratado mal en muchas más ocasiones que en Bilbao, tampoco os llevéis mala impresión, por supuesto que hablo de una minoría de tiendas. Siempre lo he achacado a que en el sur de Europa la gente es más caótica, más charlatana y más sociable pero en ésta última confrontación me ha dado la sensación de que había algo más allá, me he sentido en cierto modo víctima racial como nunca antes.
Perdidos andábamos Sarah y yo en un barrio lejos del centro, en la Bruselas profunda donde los turistas nunca vienen y los extranjeros son residentes. Entramos en una tienda para enviar un paquete y Sarah, haciendo gala de su nacionalidad, le contó con desparpajo a la dependienta la razón por la cual queríamos enviar un paquete con urgencia. Paquetes no se envían todos los días así que estábamos un poco perdidos, la dependienta en vez de intentar mostrarnos dónde estaban los paquetes respondió con mala cara diciendo “yo no te puedo ayudar, tú misma tienes que hacerlo”, con lo poco que le hubiese costado señalarnos un pasillo lleno de paquetes de distintos tamaños. Sin comentarlo enseguida noté en la cara de Sarah que a ella también le había molestado la respuesta de la dependienta, educación cero.
Una vez encontrado el lugar donde estaban los sobres y paquetes Sarah se puso a rellenar los datos mientras yo echaba un vistazo al resto de la tienda, al acercarme a la cola donde la gente esperaba su turno noté como un chaval me hacía una mueca con cara de comprensión, él estaba presente en el momento en el cual la dependienta había respondido así.
Tras rellenar todos los datos y asegurarnos de que el paquete estaba bien cerrado y listo nos pusimos a la cola una vez más donde estuvimos unos buenos 10 minutos. Me entretuve analizando a la dependienta y sus reacciones con la gente, a todos los trató bien, con sonrisas buenas caras y frases francesas ingeniosas, pensé que tal vez antes la habíamos pillado en un mal momento, ¿la damos otra oportunidad?. Y entonces llega nuestro turno.
- ¿Cuanto cuesta el acuse de recibo al extranjero?
Nos mira, y se mira el reloj en la muñeca, reloj que no tiene y entonces se separa de la mesa y alarga el cuello para ver el reloj grande de la tienda.
- Lo siento, son las 16:47 y la oficina de correos cierra a las 16:45.
Nos muestra la primera sonrisa y se aleja de nosotros. (Os aseguro que no exagero lo de los 2 minutos). En la distancia nos sigue hablando.
- De todas formas os voy a hacer un grandísimo favor, os atenderé pero primero atenderé al resto de los clientes que no han venido a enviar paquetes.
Estupefactos nos quedamos, de allí salimos por supuesto sin enviar el paquete después de repetirla varias veces con un tono cargado de ironía que ella era una mujer muy educada y agradable (me arrepiento de que además lo grité desde la puerta antes de salir), después se me ocurrieron miles de frases más ingeniosas pero yo por desgracia no tengo la labia necesaria para salir vencedor de este tipo de confrontaciones.
Y después de haber analizado las caras y reacciones de esta mujer he llegado a la conclusión de que los belgas no sean tan desagradables ni tan lentos con nuestras peticiones y papeleos, tal vez la verdadera razón es que nos olvidamos de que somos nosotros los extranjeros y ellos son humanos que se comportan como lo haría cualquier otro humano/raza/ o persona de cualquier otra nacionalidad.
En "Españoles por el mundo" veis la historia contada desde el punto de vista de los vencedores, ni os dejéis engañar ni lo olvidéis nunca (esa es otra historia). A pesar de esto, seamos algunos de los desterrados vencedores o no, todos sin condición estamos condenados a sufrir este ostracismo, esa inseguridad de no saber donde encontrar una producto o solución determinada, es nuestra condena.