El viaje a Roma fue, como siempre, una aventura. Sarah está cada día más cerca de eclosionar y por tanto un viaje en coche de 1600km estaba descartado. Para viajar en avión además, no la iba a dejar sola así que en menos de una semana me hice la distancia que separa Bruselas de Roma hasta en cuatro ocasiones, siendo la última de ellas en coche y con un remolque de más de media tonelada. ¿¿Cómo??. Pues sí, porque si me dejan hacerlo en bici, ya sabéis que yo al menos lo iba a intentar...
Para una mudanza internacional existen empresas que te lo hacen todo en un par de días, no te tienes que preocupar de nada más que de pagar y escribir correctamente las direcciones. Sin embargo esto requiere de la movilización de mucho personal. Vamos, que estamos hablando de varios miles de euros (y en algunos casos con costes más ya cercanos a números de 5 cifras...)
En nuestro caso no nos lo podíamos permitir, primero porque no tenemos tantas cosas como para justificar un gasto semejante (muebles de ikea de 6 años?), y segundo porque nuestro viaje a Roma es posible que sea algo muy temporal (¿unos meses? ¿un año?). ¿A caso iba a volver a pagar otra vez para mudarme seis meses más tarde?
Desesperado, una noche la almohada me dio una idea interesante, vender todos los muebles, instalar la bola para el remolque en el coche y comprar un carrito en eBay de segunda mano. Luego al llegar a italia, revender el carrito. De esta forma en la mudanza incluiría el trajín de traer hasta aquí el coche. Y así se gestó la odisea de estas navidades.
En realidad no existen las soluciones fáciles. Mi gran amigo Murphy se conjuró para retrasarme varios de mis hitos que dieron al traste con gran parte de la organización. La más importante fue sin duda la de la instalación de la bola en el coche, el taller me llamó para retrasarlo 5 días por tener a algún mecánico enfermo, lo suficiente para cabrear al dueño del carrito, para que durante la instalación de la bola me pillase a mi físicamente entre viajes Bruselas-Roma y para que a el dueño del piso le diera tiempo para echarnos de casa (un día antes de la instalación de la bola).
¿Solución? Fácil..., mudar todas las cajas a casa de una amiga en la otra punta de Bruselas (sin ayuda de ningún carrito) y una semana más tarde hacer una segunda mudanza, esta vez más larga, de Bruselas a Roma.
Pero como sabeis Murphy nunca viene solo, los problemas se fueron multiplicando, desde que no me duplicaban la matrícula española en Bélgica hasta fundir los faros del coche 12 horas antes del viaje, y todo ello aderezado con tormentas de nieve por todo el camino, media tonelada repartida en 30 cajas de cartón y … qué sé yo, la falta de un enchufe para con la dremel cortar los extraños remaches que mantenían la matricula unida a mi coche. Pero lo que se lleva la palma es vender 20 objetos (muebles, bicis y blablabla) por eBay, 40 o 50 fotos, 20 anuncios, 20 pujas y 20 citas en menos de una semana, y por supuesto lo peor de todo, vendes un objeto por 7 euros y la gente viene y te regatea el precio de una puja tan barata, tanto me han dolido esos casos que cuando me han regateado me he quedado yo con el objeto y lo he regalado a la beneficiencia. De verdad fue denigrante, está claro, no merece la pena vender nada por eBay con un valor inferior a los 50€ (a menos de que lo hagas en masa) pues casi siempre he tenido problemas.
Y así un domingo de invierno, bajo una intensa tormenta de nieve me despedí de Bruselas con un “¿hasta otra?”. Tras 100km las carreteras se llenaron de nieve pero por fortuna hacía el frío justo y me escapé lo suficientemente temprano como para evitar problemas. Creo que a nadie le gusta meter el coche en nieve, pues todavía menos con media tonelada de carro sin frenos detrás.
El primer día de viaje hice tan solo 800 de los 1000km previstos, las preocupaciones del día fueron sin duda las tormentas de nieve y encontrar recambios para los faros del coche. La historia de los faros no fueron más que el colmo de los colmos, me cargué 3 bombillas antes de llegar a Suiza (las dos originales mas un recambio incorrecto por voltaje), donde entré de noche y sin faros por supuesto (ayudado únicamente con los antiniebla).
La mañana siguiente me dio la tregua justa para acabar con Suiza y meterme en Italia, nuevo país, nueva aventura, por la mañana en Suiza reposté y pude encontrar sin problemas las bombillas exactas para mi coche, algo que no conseguí ni en Bélgica, ni en Luxemburgo ni en Francia, y eso que tengo un coche francés.
Llegué a Roma exhausto, muchos me decían que iba a ser un viaje terriblemente aburrido pero como yo me temía el aburrimiento no hizo acto de presencia en ningún momento, demasiada adrenalina, demasiadas incógnitas y demasiado en juego. Pero me lo tomé con muchísima calma, no pasé de los 100km por hora (porque si no el consumo era un disparate) y en las interminables cuestas me comportaba como un camión más.
Guardo con especial recuerdo una imagen que no saldrá de mi cerebro en la vida. El remolque abierto (algo que no tenía previsto durante el viaje), buscando una de las cajas con las herramientas para encontrar unos alicates que me permitiesen soltar las bombillas fundidas del coche, el coche con el capó abierto, mis manos llenas de magulladuras de la mudanza y de tirar de las bombillas, manchas de sangre de heridas que no sientes y las manos negras de suciedad el coche, en la calle cinco grados bajo cero y las montañas suizas blancas a mi alrededor, pero yo soltando humo por la cabeza y sudando a mares. Podría haber sido peor, podría haber pinchado... En aquél momento me sentía exhausto y enfadado, pero no dejaba de pensar en que tenía que seguir adelante. Ahora recuerdo ese momento con cariño, con la lujuria de una aventura, ahora me río cuando cuento la anécdota pero la verdad es que en ese momento yo era todo menos sonrisas.
La entrada en Roma fue de todas formas espeluznante, ya de noche y con el tráfico del lunes. Las motos zumbaban entre el carrito y el coche, aquí las distancias de seguridad y de respeto son mucho más pequeñas que en la península o en Bélgica, no te dan espacio y frenan en seco, frenar en seco en esas condiciones imposible evidentemente.
Llevo ya una semana en Roma y me he dado cuenta de que Italia da para mucho más que un blog. El choque cultural ha sido inmenso y poco a poco me voy adaptando (creo). Por fortuna el italiano lo domino ya muy bien y eso ya es tener medios deberes hechos.
Mientras tanto ya hemos abierto la mitad de las cajas y medio reconstruido nuestro “nido”. Cada día estamos más asustados con la que nos viene encima, pero también estamos muy ilusionados. Como sabéis en un par de meses nuestra familia va a incrementar en número.
¿Lo mejor? Lo impensable, el día de Navidad dar una vuelta bajo el Sol en la playa, no tener chaqueta y no tener frío...
Y también he notado que a pesar de que Roma es mucho más grande que Bruselas, se ven muchas más estrellas por la noche, no sé si será una falsa sensación producida por la enorme y brillante constelación invernal de Orión o tal vez sea porque aquí la contaminación lumínica la tengan más controlada (algo que me sorprendería muy gratamente por cierto).
Quiero dedicar este post a todos los que me habéis ayudado de forma totalmente desinteresada con la mudanza, especialemente a Sofia, Ulli, Ennio y Alessandro.