Cierto día (bendito el día) recibí un email de un buen amigo mío. En el me rebelaba la historia de una vieja leyenda que corre por todo el mundo acerca de un elixir que emana en tierras belgas. El elixir, bautizado como Westvleteren 12, tal vez no prometa la vida eterna, pero si suficientes cosas como para que gente del otro lado del planeta se atreva a venir a pisar estas tierras.
En aquella misiva me pedían intentar hacerme con dos cajas de este elixir. Elixir que solo es posible encontrar en una abadía perdida en tierras flamencas y a la cual hay que acudir con cita previa. Por desgracia conseguir una cita es algo difícil y prácticamente fuera de las posibilidades de cualquier persona impaciente, pues debes llamar unas 500 veces y tener un poco de suerte mientras te peleas contra llamadas que llegan de todo el mundo...
Fracasé rotundamente en mi empeño por conseguir una cita, y con ella la promesa que había sellado para volver a Bilbao con el Santo Grial entre mis humildes pertenencias.
Los días pasaron uno tras otro mientras mi alma se encogía. Cuando ya parecía olvidarme del asunto se me ocurrió la feliz idea de acercarme a la abadía mientras engañaba a Sarah prometiéndola visitar un pequeño y (al que todavía suponemos) bonito poblado en los alrededores de la misma.
Y así comenzó un nuevo fin de semana de exploración, que tenía todas las guisas de acabar en fracaso.
Camino a Westvleteren. Parte flamenca al oeste de Bélgica.
A mediodía y con unos 150km entre pecho y espalda poníamos pie a tierra y realizamos la primera inspección del territorio. La abadía estaba convenientemente protegida por murallas y todo parecía cerrado, todo menos un pequeño parque con vallas de madera en el cual había unas indicaciones muy claras de cómo conseguir el elixir para aquellos que habían insistido lo suficiente a golpe de teléfono. Me quedé 20 minutos observando el lugar durante los cuales al menos dos coches llegaron y se fueron con el ansiado premio.
La leyenda también dice que es posible catar el elixir en una pequeña cantina en los alrededores de la abadía, sin embargo no la encontramos y en un acto de desesperación y enfado me decidí a llamar a la puerta de la abadía.
Para mi sorpresa apareció un monje ataviado como bien mandan sus costumbres y al cual avasallé a preguntas, con toda la educación del mundo rechazó todas mis ofertas para hacerme con una mísera gota del elixir. Incluso intenté convencerle en dejarnos entrar a mirar un poco la abadía (y así reconocer el terreno para quién sabe qué ideas se me iban cruzando por la cabeza) pero al parecer no estaba permitido. Un poco desesperado me batí en retirada, y Sarah viendo mi cara triste pasó al contraataque. Y yo no sé que tendrán las mujeres pero consiguió convencerle de darnos dos pequeñas botellas de elixir y entrar a ver la abadía unos minutos a cambio de acompañar a los monjes en su misa de las 5 de la tarde.
Válgame dios que mis piernas temblaban no se si del terror o de la emoción. Para calmarnos nos fuimos con las indicaciones del monje para encontrar la cantina donde podríamos probar el elixir por un precio bien moderado. Y allí nos pasamos algunas horas, probando y bañándonos en las emociones de este elixir. Por desgracia ni las armas de mujer ni las de hombre funcionaron en esta ocasión y no nos permitieron llevarnos ni una sola botella cerrada, pues como decían ellos corrían el riesgo de perder la exclusividad de la abadía (es el único pub del mundo donde se puede probar de forma oficial)
Sarah junto 4 santos griales, ya casi no podía contenerse en pié ;)
Como prometimos, a las 5 de la tarde nos plantamos en la entrada de la abadía donde el monje nos recibió con una gran sonrisa y sin mediar palabra nos condujo a una pequeña habitación donde nos metió una botella en la mochila a cada uno. A empujones, pero siempre de forma amable y educada nos condujo hasta la iglesia de la abadía, por el camino atravesamos, claustros con hierba y flores preciosos, claustros con cementerios, claustros con vidrieras enormes. Discúlpenme la falta de fotografías pero como podéis entender no estaba el horno como para meter la mano y tan solo mis palabras quedan para compartir las imágenes.
La iglesia disponía tan sólo de cinco bancos corridos donde había alguna que otra persona más de la calle y el resto (unas 40 sillas) estaban con los respaldos pegadas a la pared dejando un hueco enorme en medio de la iglesia, puestos que serían ocupados por los monjes.
Y en el periodo de cinco minutos fueron llegando uno a uno (conté unos 22 o 23) vestidos con atuendos blancos que iban arrastrando, las mangas crecían exponencialmente en las muñecas, solo les faltaban las capuchas y las caras cubiertas para que me hubiese dado un infarto.
Y comenzó la misa con cánticos entonados a coro en un idioma ininteligible para nosotros y que le dio a la escena un verdadero aire tétrico. Lo único que podía llegar a entender de aquella música era “yisus cristus”…
Al acabar la misa y aprovechando el momento de confusión general, Sarah y yo nos escapamos y desviándonos un poco del camino nos sacamos un par de fotos.
Sarah en uno de los claustros
De allí salimos sin palabras, no nos dijimos nada durante unos cuantos minutos, aquellos cánticos y la mágica atmósfera de la abadía todavía nos envolvían.
La excursión resultó finalmente haber sido una de las más curiosas y emocionantes que haya tenido por estos lugares.
Un mes más tarde, una de las botellas se las llevé a mis amigos junto con otras 3 cajas de varias cervezas diferentes típicas del país y difíciles o imposibles de conseguir por Bilbao, cruzar Francia con tantos litros de cerveza resultó otro evento mítico de ser contado en algún otro post si es que todavía quedan ganas en el futuro ;).
Las botellas de Westvleteren 8 que habíamos conseguido. Vienen siempre sin etiqueta, todo lo ponen en la chapa.
Detalle de la chapa.
Con respecto al elixir, se trata de una cerveza Trapense que ha sido evaluada por muchos expertos como la mejor cerveza del mundo (Mira lo que dice google). Bajo mi gusto y juntando las opiniones de otras personas, se trata de una cerveza muy similar a la Rocheford (otra cerveza trapense belga que se comercializa por todo el mundo) con un final ligeramente diferente. Por desgracia los monjes solo quieren vender cerveza suficiente como para sobrevivir sin problemas, no para hacerse ricos y por tanto la producción que hacen, a parte de ser totalmente artesanal, es de muy poca cantidad. La razón de que sea nombrada como la cerveza más rica del mundo por tanta gente es probablemente más por la gran exclusividad de la misma y el morbo que genera el no poder conseguir una pues a mi entender cuando llegamos a tantos matices hablando de una cerveza, cada uno tiene su propio gusto.
Cuenta también la leyenda que este elixir se puede encontrar en algunos bares belgas escondidos por unos 10€ la botella (nótese que comprársela a los monjes sale por menos de 2€ por botella). Yo por mi parte y de pura casualidad ayer mismo pude convertir la leyenda en realidad y encontré un pub en Bruselas, no muy lejos de la Bourse, donde se puede probar la cerveza por efectivamente 10€. Sin embargo no voy a rebelar el sitio exacto porque está prohibido venderla y este tipo de noticias solo deberían ir de boca en boca. Si a alguno de vosotros le interesa, ya sabéis donde está mi mail ;) (aunque sea de teclado a teclado).
Si queréis intentar probarla en la misma abadía o conseguir unas cajas, probar a informaros en su página oficial: sintsixtus.be (Ahí podéis ver sus vestimentas e incluso fotos de la iglesia donde estuve.)
Si no sois unos expertos en cerveza, como es mi caso, gastar tanto tiempo y/o dinero en una cerveza tal vez no merezca tanto la pena, a vosotros os recomiendo que prueben una Rocheford 10, que es lo materialmente más próximo que jamás haya probado y es posible encontrarla incluso en Bilbao si sabes donde buscarla.